- Para preservar la vida a veces hay que
actuar con viveza...
Apiarius, Sent.
Los antiguos autores nos hablan de dos actores, de los cuales uno vivía en Siracusa, que pertenecía a la Magna Grecia, y el otro era histrión y vivía en Atenas de Ática. Los dos se destacaron mucho por un solo acto, y aquí merecen ser recordados.
Hermodoro, el siracusano fue conocido también con el nombre de «Mentisalva», en castellano «El Listo», porque gracias a su agilidad mental por medio de un acto logró salvar su vida, saliendo de un gran apuro ileso.
Dícese que Dionysio bajo acusasiones falsas mandó a este griego al suplicio, pero antes fiel a las costumbres de Siracusa, con fingida benevolencia, el tirano le dio la alternativa de elegir entre dos rollos de pergamino, en uno de los cuales estaba escrita la palabra «Thanatos», es decir muerte.
Hermodoro sabía, que esta vez en ambos rollos figuraba la palabra «Muerte», tomó sin embargo de las manos del tirano uno de los rollos de pergamino, lo abrió, lo miro un instante, y arrojó el rollo inmediatamente con rostro alegre sobre las llamas del altar de Hércules, que estaba su lado, y luego exclamó Hermodoro con voz de júbilo: «¡Gané la vida, oh Emperador, pues el pergamino con la muerte, quedó en tu mano, señor!».
El otro actor, muy famoso en su época era Polo, el histrión ateniense. Refiere Gellio que superaba a los demás por la belleza de su voz y la perfección de su mímica. Todos admiraban su arte excelso y el natural aplomo con que representaba la tragedias de los poetas más ilustres.
Tenía ese Polo un hijo, a quien amaba tiernamente y que la muerte lo arrebató. Cuando ya se secaban sus lágrimas y su tristeza no era tan cruel, volvió a los trabajos como actor.
Al volver al teatro, se le encargó la representación de Electra de Sófocles. En su papel debía aparecer con la urna que simbólicamente encerraba las cenizas de Orestes, de acuerdo a la escena en que Electra, creyendo que han muerto a su hermano y que tenía los restos entre sus brazos, se entrega a los arrebatos de un profundo dolor.
Vestido Polo, el histrión con las lúgrubes ropas de Electra, avanzó a la escena con la urna de su propio hijo, que había sacado de la tumba para hacerla pasar por la de Orestes. Después, estrechándola contra su corazón, hizo estallar en el teatro no los gritos de fingido llanto, sino de sus gemidos y lamentos verdaderos, que partían el corazón de los presentes.
De esta manera, mientras parecía que desempañaba el papel de un actor hábil, no hacia otra cosa que vestir con su dolor íntimo y profundo lo fingido de su papel.
Ambos actores, Hermodoro y Polo cumplieron con el papel, quizás más importante de sus vidas, pues, el primero actuaba para retener su vida, y el otro, Polo para recordar la ya apagada.
Hermodoro salvo su vida porque el terror que le invadía su corazón, le enseñó a disimular con rostro alegre, y actuar esta vez por su propia existencia.
La actitud de Polo, que aunaba su papel de actor con el sincero dolor, debe ser juzgada por los lectores, y deben juzgarlo con la audacia de Catón, que nos advierte que para ser justo, es suficiente querer serlo.
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