Hasta ahora no tengo amistad conmigo.
L.A. Séneca: De Vita Beata.2.
Así como las golondrinas acuden en
verano, y huyen en invierno;
así los falsos amigos están presentes
en la prosperidad, pero huyen, cuando
llega el invierno de la fortuna...
M.T.Cicero: Rhet. Ad. Her III
En la obra del antiguo autor griego, Toxaris, éste nos relata la historia de Amizoco y Dandamis.
Los dos jóvenes, como era costumbre en este pueblo, hirieron sus brazos, y la sangre vertida la bebieron mutuamente en una copa de vino, comprometiéndose de esta manera a conservar la amistad hasta la muerte. Juraron luego por el viento y el alfanje, porque el primero es símbolo de vida, y la espada señal indiscutida de funesta muerte.
A los cuatro días de haberse jurado amistad eterna, Amizoco y Dandamis estaban acampados como soldados de las tropas escitas a orillas del río Tanaia.
En una escaramuza imprevista con los sarmatos, que se hallaban al otro lado del río, Amizoco fue apresado por éstos, y al ser arrastrado hacia allí a voz en cuello imploraba el auxilio de su amigo Dandamis.
Toxaris por medio de esta parábola nos dio un ejemplo, acerca del profundo respeto con que debemos pronunciar siempre la palabra «amigo» .
Éste al oír las súplicas del amigo sin vacilar ni un momento, se arrojó al agua, y a la vista de todos, siguió nadando hacia la otra orilla, donde los sarmatas lo esperaban ya con los arcos tensos y dardos listos, pero Dandamis gritó: «¡Ziris!» y el que pronunciaba esta palabra, se libraba de la muerte. En efecto, fue recibido sano y salvo y llevado inmediatamente a la tienda del general. Al ser presentado, pide Dandamis que le entreguen a su amigo, pero el jefe de los sarmatas le dijo que no había inconveniente alguno, siempre que estuviera decidido a pagar el rescate, que no sería poco.
Dandamis le contestó:
—¡Señor! Os habéis apoderado de todo cuanto tenía, pero si así desnudo como me encuentro, puedo pagarte algo, estoy dispuesto a todo! Manda lo que te agrade —le agregó— y si lo quieres, quedaré en lugar de mi amigo.
—¡No! —replicó el caudillo. No puedo tenerte conmigo, porque has llegado, gritando Ziris, palabra, que te aseguró la vida y la libertad, por ello si me dejas una parte de lo que tienes, puedes llevar contigo al amigo cautivo.
—¿Qué parte de mi cuerpo quieres? —preguntó el joven.
—¡Tus ojos! —le respondió.
—Tomadlos! —contestó inmediatamente Dandamis.
Le sacaron luego los ojos, cobrando los sarmatas de esta cruel manera el rescate estipulado.
Dandamis recibió en cambio al amigo cautivo y regresó apoyado en su hombro. Así pasaron a nado el río, volviendo con vida al propio campamento los dos.
Dice Toxaris que este hecho reanimó a todos los escitas que vieron que los enemigos no han podido arrebatarles lo que significaba el mayor de sus bienes, la fidelidad de los amigos.
Los sarmatas quedaron también a su vez asombrados por el extraordinario valor humano de sus enemigos, a los que sólo por sorpresa podían combatir. Impresionado y al par amedrentados por el ejemplo de Dandamis, al llegar la noche, quemaron sus carros y se dieron a la fuga, considerando imposible vencer a una nación que tenía semejantes hijos.
Amizoco, el amigo rescatado, no pudiendo soportar poseer lo que el otro por causa de él carecía, se cegó voluntariamente y ambos fueron honrados por toda la nación escita.
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