Nunca estaba menos ocioso que cuando estaba sin
hacer nada, y nunca estaba más acompañado que
cuando se encontraba solo.
M. T. Cicero, De Off III.1.
Cada época, cada siglo tiene su genio, que por medio de sus memorables hechos, hace perenne su nombre y se perpetúa en el recuerdo.
En la época más antigua, uno de los tantos, que sobresalieron en su siglo, era el mismo Catón, quien además de insigne censor, senador, general, fue también renombrado sabio y polihistor. Se destacaba como historiador, muy experto en la agricultura y se distinguía como retórico, jurisconsulto, y también tuvo fama como filósofo y médico.
Imitando el sistema pontifical, ya a edad avanzada escribió siete libros de historia y en su libro sobre la agricultura, demuestra una erudición poco común acerca de las cuestiones del mejor rendimiento.
Referente a los esclavos rurales, su principio era el «divide et impera». Recomendaba, pues, sembrar resentimiento y rencillas entre ellos, evitando de esta manera la peligrosa concordia entre sí.
Fue Catón un distinguido retórico, y no obstante que detestaba desde el fondo de su alma a los griegos, hizo su excepción con Demóstenes, cuyas oraciones leía con devoción. Él mismo compuso muchas oratorias, entre las cuales —según Plinio— por lo menos en cincuenta casos él mismo tuvo que defenderse.
Cicerón que conocía sus oraciones, opinaba que si bien el estilo catoniano, no podía competir con la elegancia y fluidez de un Hyperides, tenía sin embargo el valor de los incipientes para dar por lo menos los primeros pasos. Catón, en su carácter de jurisconsulto escribió varias monografías, entre las cuales especialmente lamentamos la perdida del libro que compuso sobre el Derecho Augural-Pontifical y Civil.
Opinaba que si uno hace un trabajo bello, pronto desaparecerá la labor, pero queda lo lindo y eso puede hacerlo únicamente el romano, porque a éstos las palabras les salen del corazón, mientras que a los griegos les brotan solamente de los labios, por ello éstos padecen de la enfermedad de hablar, y ya no saben cómo poder callar.
Miedo y aversión tenía para con los griegos, sin embargo, con ochenta años de edad aprendía todavía el idioma que en Roma comenzó a ser la lengua de moda. Se hizo estoico, y compuso varios libros de índole moral, en la que exponía —dice Mommsen— en breves sentencias todo lo que le convenía saber a un hombre honrado de aquellos lejanos tiempos.
Disertaba sobre retórica, jurisprudencia, arte militar, pero su disciplina preferida eran las cuestiones sobre moral. En una de sus conversaciones dijo que los romanos son como las ovejas: pues una con las otras se llevan muy mal, mientras que una tras la otra se juntan en fila, y siguen dócilmente a la primera que las conduce; a veces es más comodo seguir a la otra sin pensar...
En su Moralia enseñaba que el perdón hay que solicitarlo antes de cometer la falta, y en otros pasajes nos advierte que los que roban a los particulares, pasan la vida atados, y se pudren en una cárcel vulgar, mientras que los ladrones del Estado, viven impunemente en el oro y la púrpura.
Al releer sus graves pensamientos, uno espontáneamente siente que el presente es mellizo del pretérito ...
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