Hay algo más precioso que la libertad?
C. C. Plinius. Epist. VIII. 24.
Conviene, pues, buscar la libertad!
L. A. Séneca; de vita beata. V.
La palabra, Libertad en la antigua Roma fue escrita siempre con mayúscula, y para expresar su inmenso valor era costumbre, a la manera sumérico-etrusca, repetirla varias veces al mencionarla, como en el himno nacional argentino.
La libertad en Roma tenía supremo valor y los jurisconsultos sostenían que es un bien tan precioso que toda estimación que de ella se haga será insuficiente. Para Gayo es lo más favorable que cualquier otra cosa para la vida en sociedad, y todos los romanos la consideraban como el más dulce de los bienes.
La libertad nace siempre donde no la tienen, y brota y florece en la célula primitiva del Estado Romano: en la familia. Si no hay libertad en ella no lo habrá tampoco en la Patria: por esto dice Séneca: «Por qué te quejas de que la libertad está desterrada de la República, cuando tú mismo la has desterrado de tu propia casa?».
Entre las diferentes clases de libertad en Roma, tenía prioridad la de la Patria. Según Livio el suelo natal es el foco de la pura vida y todo el que se traslada a otra tierra, se transforma y degenera, porque está privado de la libertad de su patria; por esto el imperativo ciceroniano advierte a los Quirites romanos, que la libertad de la Patria debe de ser preferida a la vida, pues, ésta garantiza la libertad individual de los particulares, y, si estos carecieran de aquella, ¿qué valor tendría la vida?
Por ello, lo importante para un romano era ser libre, pero sin caer en libertinaje, pues, en Roma ser libre era lo mismo que ser obediente; y, ser obediente era un oficio oneroso que a su vez era también honroso. Consideraron que el ciudadano era libre precisamente cuando por su propia voluntad obedecía.
La libertad no depende del lugar, sino de la voluntad del hombre. Sócrates estaba libre hasta en la cárcel de los atenienses, porque por su propia voluntad se encontraba allí, y nosotros conocemos muchos pseudo libres que son presos ambulantes, encarcelados por sí mismos.
En una epístola dirigida a César, escribe Crysipo Sallustio que todos, buenos y malos, valientes y cobardes aman por igual la libertad, pero —lamentablemente— la mayor parte de los hombres, en su ceguera la abandonan por miedo, y se someten por flojedad al yugo que tan sólo se impone a los vencidos. Por ello, hay que mantener la libertad, pero conservarla, es luchar por la libertad, y a este certamen nadie puede sustraerse, pues, como Cicerón dice a Herenio, «cuando la nave se pierde, se salvan muchos, pero en el naufragio de la Patria nadie sobrenada!»
En la legislación de Solón, había una disposición singular que establecía, que fuese tachado de infamia aquel que en una lucha por la libertad no hubiera estado en ninguno de los dos partidos. Plutarco afirma que con esto quería Solón, que nadie fuese indiferente o insensible a las cosas públicas, poniendo a resguardo las suyas propias y esperando tranquilamente, hasta ver quien vencía y plegarse luego.
La lucha por la libertad en la antigua Roma es la lucha por el triunfo, pero como Publilio dice nunca se triunfa del peligro sin peligro, por ello insiste Cicerón. «Un buen ciudadano no evitará los peligros en la defensa de su Patria, pues, no queriendo morir por la Patria, morirá sin gloria alguna con la Patria!»
En Roma vendían en el mercado de esclavos a todos los cobardes e insensibles que con pretextos prefabricados se sustrajeron al servicio militar, porque consideraban que cuando el Pueblo vendía como esclavo a un ciudadano que quiso eludirlo, no se podía decir que le quitaron la libertad, sino que el mismo Pueblo, juzgaba que no es libre el que rehusa exponerse al peligro para defender la libertad de su Patria. Ni Catón vivió, muriendo la libertad, ni hubo más libertad, cuando murió Catón.
*
El hombre antiguo luchó por la libertad de su patria de muchas maneras.
Dicen que Epicarmio dio por la libertad su silencio pues se partió la lengua con los dientes y la escupió en la cara de su atormentador.
Otro la usó hablando, porque sorprendido aquel tiranicida antes de haber consumado su obra, y atormentado por Hippias para que delatase a sus cómplices, nombró a los amigos del tirano que estaban en derredor suyo. El tirano los mandó a la muerte, uno por uno, y preguntándole si quedaba alguno más por nombrar, «A tí sólo —contestó el atormentado— porque no he dejado a nadie que te quiera»!
El romano no vacila en luchar por la libertad de su Patria y como Cicerón dice: «Prefiero morir por muchos, a morir con muchos!». Son estos los que viven después de la muerte, porque llegan a la inmortalidad por medio de la muerte, mientras que los indiferentes están ya muertos antes de morir, sostiene Séneca en sus epístolas.
*
Ennio piensa que la verdadera libertad consiste en tener corazón puro y voluntad inflexible: fuera de lo cual solamente hay para el hombre esclavitud y tinieblas, por ello, quizás nos dice Séneca: «En Roma, no se puede comprar la libertad, porque los que la venden, no la tienen y menos todavía los que la compran!».
1 comentario:
Muchas gracias me sirvio mucho!!! buen trabajo!!
Publicar un comentario