sábado, 21 de junio de 2008

EL MES DE FEBRERO, EL PLAUDISMO Y LA PURIFICACIÓN ROMANA


Mensem... appellant februarium
cui ab expiando nomen est...
Plutarchos: Quaest. R. 68.

Los antiguos grecorromanos, al igual que nosotros, tenían que soportar gran variedad de «infirmitates», enfermedades. Sobrelleváronlas muy de mala gana, menos una, que aceptaban como un mal inevitable y la toleraban con paciencia estoica y hasta la consideraban como necesaria, pues era enviada por una diosa benigna.

Esta «infirmitas» era la malaria de la que hoy ya sabemos de donde procede y por ello se llama paludismo, pero en la antigua Roma la denominaron brevemente «la fiebre», que la diosa Febris, Februa o Februata, envía al hombre para purificarlo cada tres o cuatro días .

Las fiebres tercianas y cuartanas —según nos informa Juvenal— comenzaban en Roma con las grandes lluvias del octubre otoñal: duraban todo el invierno, culminaban y terminaban —como lo refiere Horacio— casi siempre en el mes de febrero. Dice Marcial, que estas fiebres eran tan ardientes que «casi devoraron a pobre Tongilio». Sabemos, sin embargo, que estas dos clases de paludismo, si bien fueron incómodas y muy duraderas, también eran relativamente benignas.

Suetonio nos refiere que el joven César, en la peligrosa época de las proscripciones —no obstante sufrir la fiebre cuartana— tenía sin embargo las suficientes fuerzas para cambiar cada noche de morada. Marcial critica al orador Marón, que atacado por la malaria seguía declamando en su cama. Con fingida benevolencia le pregunta en su cáustico epigrama. «¡Pobre Marón! ¿Cómo puedes declamar, si estás atacado por la terciana? ¡Pero, quizás haces muy bien, si no puedes sudar de otra manera!» .

Consideraban los antiguos que para esta enfermedad divina, el único remedio consistía en transpirar los humores dañinos del cuerpo y del alma.

Por culpa del caprichoso clima mediterráneo, en el último mes del antiguo calendario romano, gran parte de la población itálica temblaba por las fiebres tercianas y cuartanas, bañándose en el propio sudor, que transformábase en una purificación religiosa. Este último mes, pues, del año romano era febrero, y lo llamaron así, porque en él, el pueblo romano «februaretur», es decir, estaba con fiebre, y por medio de ella se purificaba, para poder comenzar el nuevo año, en el mes de marzo con alma y cuerpo renovados y bautizados, y por ello sanos y salvos.

Para el antiguo romano, las fiebres eran sagradas por ser enviadas por la voluntad divina. Las consideraban como bautizo santo, porque como los griegos decían, «baptizo», en este caso se bañaban en el sudor de sus propios cuerpos. Dice la Apología de Platón, que al surgir de las tercianas, el hombre recobra siempre nuevas fuerzas.

Pensaban también con Gellio que el bien y el mal se suceden alternativamente en la vida por esto, para ellos era bien venida la fiebre terciana en el mes de febrero en el que el pueblo purificándose se preparaba para celebrar el año nuevo, que en la más antigua Roma se iniciaba siempre el primer día de marzo.

No solamente Roma, sino todos los pueblos tenían y tienen sus «infirmitates», sus fiebres, sus febreros: pero también sabemos que después de los purificantes febreros cada uno con espíritu renovado posee el derecho de esperar un año nuevo.

No hay comentarios: