sábado, 21 de junio de 2008

SATURNALES ATENIENSES

Los atenienses, al igual que los romanos tenían la costumbre de reunirse una vez por año siempre en la primera quincena del mes de diciembre para festejar los días sagrados de las Saturnales.

El filósofo Musonio nos refiere que era esta una fiesta ceremoniosa de ingenio y de espíritu, en la que dieron cita oradores y renombrados pensadores del mundo antiguo.

Sentábanse alrededor de una mesa redonda y cada uno de los participantes citaba un sofisma nuevo o un dilema agudo. Gellio estaba presente y anotó los diálogos, entre los cuales recitaremos algunos para recrear un poco las mentes despiertas y al par ofrecer nuestra conmemoración piadosa al Genio de los antiguos.

Refiere que Diógenes, discípulo de Antístenes, sentado frente a Xenócrates, preguntóle a éste:

—¿Cómo es tu vida, carissime? ¿Te has corregido ya de los adulterios?

El inocente filósofo acorralado por el bien preparado dilema, contestó a la insolente pregunta con un profundo silencio, sabía pues, que un sí, o un no suyo, significarían el reconocimiento del hábilmente preparado cargo, tan gratuito como injusto.

Un cretense, acusado de mitomanía en esta reunión por Cleantes, defendíase con ardid e ingenio: admitió ante todos los presentes ser efectivamente un mentiroso. Su espontánea confesión causó perplejidad y confusión, pues Philetas de Cos consideraba acertadamente, que «un mentiroso también miente, cuando dice que miente, pero entonces ya no es un mentiroso, sino un hombre sincero, que mintiendo que miente, no miente, sino que dice la verdad, lo que demuestra claramente su mendacidad».

La cadena interminable de esta enmarañada complejidad fue interrumpida por la jactancia del peripatético Agatocles, que aseguraba a sus oyentes «ser el primero y el único entre todos los dialécticos» Démonax, su compañero de mesa le refutó, diciendo: «Pero me extraña tu ignorancia, amigo, pues, si eres el primero no puedes ser el único y si eres el único, ¡desde luego que no puedes ser el primero!»

Crisipo a su vez recordó el dilema de Fabricio, sobre el cual solía decir Pyro que antes cambiaría su curso el sol que Fabricio el camino que llega directamente al honor.

Impresionado el rey de Epiro por la honradez de este excepcional romano, lo invitó a entrar a su servicio, ofreciéndole la cuarta parte de su imperio. Dice Crisipo que Fabricio rechazó la generosa oferta del rey, diciendo: «¡Rey Pirro! ¡Si me consideras un hombre de bien, no entiendo por qué me quieres corromper! y si piensas que soy un depravado, ¿por qué entonces me quieres tener?»

Hasta allí los fragmentos acerca de los Saturnales Atenienses, donde, como Misón dijo: «¡No se hicieron las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas!»

Gelio no nos podía citar todos los nombres y diálogos, porque él también pensaba lo mismo que Temístocles, pues es imposible recordar todo,y a veces nos conviene saber olvidar un poco.

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