sábado, 21 de junio de 2008

CRÍTICA HELÉNICA

Cuando a Alejandro le dijeron que hablaron mal de
él, contestó: «Es cosa de reyes actuar bien y tener
mala fama...
Plutarchos, Mor. Apotheg. Alex. XXXII.

Antes de atacar, hay que acatar los preceptos
de la convivencia.
Apiarius, Sent.

La crítica en la antigua Grecia tenía siempre la finalidad de restablecer el equilibrio en la vida cotidiana e indicar el camino hacia la salida del laberinto de los errores y las pasiones humanas. Por esta razón en la Hélade —dice S. Agustín— existía una ley que permitía que en la comedia dijesen lo que quisiesen y de quien les parecía bien.

El medio de criticar era un don de los dioses, y ellos lo otorgaron con exclusividad a los favoritos de las Musas, es decir a los dibujantes y con preferencia a los poetas.

Dice el insigne maestro de la cultura griega, Burckhardt, que el arte griego del retrato comenzó con la caricatura, trazada sobre la pared, cuando los escultores Bupalo y Atanis trataron de zaherir al poeta Hiponacte con retratos grotescos

Los poetas griegos inventaron los kharientismos, sátiras: Homero la parodia, aunque sabemos que Pigres era el autor de Batracomiomaquia (guerra de ranas con los ratoncitos).

Arquíloco era el creador del tajante yambo que termina con un espondeo «teniendo siempre un número de verdad». Tampoco faltaban los cáusticos epigramas.

Atenas toleraba «la burla soberana», necesitaba pues la oposición purificante y sana y de todas maneras la prefería en su casa antes que fuera de las fronteras . Soportaban la crítica, porque estaban convencidos de que si las flechas son ponzoñosas, antes hieren las manos que las lanzan.

Thurius Charonda, el legislador de la Magna Grecia limitaba la burla, y permitía emplearla únicamente contra los adúlteros y los curiosos.

La caricatura indudablemente hiere si es mal intencionada, y doblemente duele el yambo, porque la crítica de una sola boca, escúchase siempre con dos oídos. Bupalo y Atanis trataron de zaherir al poeta por medio de la caricatura, pero cuando oyeron la réplica de éste, dice Luciano, que los dos artistas de mucho renombre, se suicidaron

Los antiguos cuidaron mucho que la burla tuviera siempre forma adecuada y medida limitada.

Acerca de la forma recordamos a Demonax, que en sus dichos y críticas, si bien sabía ser mordaz, era también siempre ingenioso y penetrante.

Refiere Luciano que en una oportunidad un procónsul romano afeminado, pues tenía la costumbre de depilarse las piernas y todo su cuerpo, fue ásperamente criticado por un filósofo cínico, que subido sobre una piedra, vituperaba la infame molicie de aquél. Indignado el procónsul, mandó apresar al cínico y estaba ya por condenarlo a palos o al destierro, cuando por pura casualidad apareció Demonax, y al enterarse de lo ocurrido, solicitó ante el Procónsul el perdón para el atrevido filósofo, alegando que la impertinencia es un mal incurable y patrimonio natural de los cínicos.

—¡Bueno, Demonax! —le dijo el procónsul— esta vez lo perdono por ti, pero si en lo sucesivo cometiera el mismo desacato, dime, ¿qué castigo merecerá?.

—¡La depilación Señor!— contestó con una sonrisa irónica Demonax.

El mismo autor Luciano nos demuestra su buen gusto en un epigrama bien gracioso en el que dice lo siguiente:

«Para que yo le enseñase gramática me envió su hijo un famoso médico. Pero, cuando el chico ya sabía el Canta Musa y aquel otro tercer verso de Homero, en que dice que ‘muchas almas de valientes guerreros lanzó al Orco...’ dejó de venir a las lecciones el mimado niño. Y cuando pregunté por la causa de la inasistencia del niño, el padre me la explicódiciendo: «No te mando más al niño, pues el muchacho ya puede, sin maestro alguno, aprender sólo conmigo cómo hay que mandar las almas al infierno».

La crítica debe tener también su medida, porque también la impermeabilidad tiene su límite. Nos advierte Eliano, que «Sócrates se ríe cuando lo escarnecen en la comedia, pero Poliagro se ahorca», como aquel discípulo de Pythagoras, que no podía tolerar ser amonestado por el divino maestro en presencia de otros.

La crítica debe tener su forma medida y límites, porque son muy pocos los que podrían decir con alma serena las palabras inmortales de Polignoto: «Nonésetai t’is mallon, é, miéesetai!» ‘Es más fácil criticar, que superar al criticado’.

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