sábado, 21 de junio de 2008

La fiesta de Angerona


Quidquid quaeritur, optimum videtur!
Lo mejor no es lo que tenemos, sino
lo que buscamos.
L. A. Séneca. epist. moral.

Siete días duraban en la antigua Roma las Fiestas Saturnales: con bulliciosa alegría festejaban sus antiguos habitantes la Igualdad Saturniana y la navidad del Calordario Sol Mitra entre los días 17 al 25 de diciembre.

En estos días los ricos «obsequiaban» a los pobres, los patricios a los plebeyos, y los patrones a sus clientes y esclavos. Servidos estos en la mesa de su señor y por éste mismo. Todo ello en religiosa conmemoración de la antigua igualdad en la edad de oro, durante el feliz reinado de Saturno.

Durante ese período la lengua era suelta y el corazón abierto. El esclavo podía decir impúnemente todo cuanto se le antojaba y el señor tenía que escuchar con cara risueña aun si la crítica sincera no le agradase. El plebeyo no ofendía a su anfitrión patricio, al decirle que las leyes que hacían ellos, son como las telarañas; pues enredan lo leve y débil, pero el poderoso las rompe y escapa.

Siete días de alegría sincera con corazones y lenguas emancipados: siete días de revelaciones espontáneas con un octavo día de arrepentimiento y meditaciones. En este octavo día, fiesta de Angerona, Día de Silencio, el romano tenía la costumbre de hacer reuniones con sus amigos, y en base de las críticas recibidas, lograba la cosa más difícil: conocerse a sí mismo.

Hace dos mil años que Gayo Sempronio Atilio, procónsul de Bythinia se reunió en su casa quinta con su amigo y consejero íntimo, el escultor C. Cecilio Tuditano. Sentados ambos bajo la blanquecina luz del plenilunio en la plazoleta de los cipreses escucharon la orquesta de las cigarras, y la voz de sus propias almas.

Sempronio interrumpió el silencio. Lelio, dime! Según tu parecer, cómo pudiéramos ser mejores y también vivir mejor?

Vivir mejor Sempronio —contestó Cecilio— es saber morir mejor, pues nacimos para morir y morimos para nacer. La vida Sempronio, tiene su tetrálogo. Si quieres vivir bien, tienes que vivir como los megarenses, saber soportar las cosas como los estoicos, andar bien con tus prójimos, y tener solamente tres amigas.

Los megarenses viven mejor que cualquier otro, porque intentan no cometer las faltas que reprenden en los demás, no padecen el mal, al no poder sufrir ningún mal. Cenan, como si hubiesen de morir mañana, pero trabajan como si nunca hubieran de morir. Lo que importa para ellos, no es vivir mucho, sino vivir bien, pues con frecuencia consiste el vivir bien, en vivir poco.

El segundo precepto es saber soportar la pobreza y la riqueza. Amigo Sempronio, la pobreza no se mide ni en calidad, ni en cantidad. Cuando un navío se hunde por el peso de su oro, las livianas y baratas maderas son las que sirven de apoyo a los náufragos: además creo firmemente, que no es pobre el que tiene poco sino el que desea más de lo que tiene. Pero nosotros seremos siempre pobres Sempronio, porque pensamos que lo mejor no es lo que tenemos, sino lo que buscamos.

En lo referente a la riqueza, a mi parecer es tan perjudicial tener mucho dinero como no tener nada. Se puede despreciar todo, pero no se puede tener todo: por ello, el camino más corto para poseer más riquezas es precisamente despreciarlas. Yo opino Sempronio que es preferible perder el dinero, a que el dinero te pierda a tí, pues si no posees bien tu riqueza, ella te poseerá pronto a Ti.

Para soportar bien la riqueza, hay que tener lo necesario y lo suficiente y saber usar los platos de barro con la misma sencillez, que los de plata ; y a los de oro no apreciarlos más, que a los de barro.

El tercer mandamiento del buen vivir es llevarte bien con tus prójimos. No olvides, Sempronio que necesario es que vivas para otro, si quieres vivir para ti. Vivimos pues en una sociedad, semejante a una bóveda, cuyas piedras, apoyándose unas sobre otras, aseguran su solidez.

Nunca debes seguir el lema de los pobres ricos: «Assem habeas, assem valeas!». Vales tanto, cuanto tienes! Este sólo sembrará en tí la ambición, el lujo y el orgullo, que servirán sólo para el teatro, y te llevarán a la falsa altura que se asombra a sí mismo. Tu mote Sempronio sea siempre: Bis dat qui cito dat, et do ut des! Da si quieres que te dén, y tienes que dar en el momento necesario, pues un sestercio, dado en determinado momento, produce un mayor bien, que todo el dinero que se hubiese dado a manos llenas, pero con demora. En cuanto a la cantidad, recuérdalo Sempronio! Si prestas una suma pequeña, tendrás un deudor! Si prestas una suma grande, tendrás un enemigo!.

Ten confianza en tus prójimos, pero con medida, porque tan vicioso es confiar en todos, como no confiar en ninguno.

Ten confianza, Sempronio! Pero sin el vicio de exigir la castidad a tu esposa, y al mismo tiempo corromper la ajena.

Nunca mires con ojos enfermos de pasión la felicidad ajena como también debes entender que cuanto más alto esté tu mérito Sempronio, tanto mejor blanco será para la envidia y cosa común es tacharte de faltas e imperfecciones en la imposibilidad de encontrártelas.

Ten paz con tus prójimos Sempronio! Recuerda que con frecuencia nos divertimos con los espectáculos matinales en la arena, al ver la lucha de leones y toros encadenados juntos.

Desgárranse mutuamente, y allí está el carnifex, esperando el momento en que debe rematarlos. Lo mismo hacemos nosotros! Atormentamos al que comparte nuestra cadena!...

Tenemos que tener la paz con nuestros prójimos Sempronio!

Al fin, el último precepto del tetrálogo del buen vivir es no tener más que tres amigas!

La primera es la Prudencia. Es el muro más fuerte, pues no puede ser demolido, ni entregado. Con ella sabemos prever las adversidades antes que vengan, y tolerarlas con provecho, cuando ya han venido.

La segunda amiga, es la que nos han dado los Dioses inmortales, para ser nuestra compañera inseparable: se llama Conciencia. Si es buena, no le teme al público, pero, si es mala, se encontrará turbada y recelosa hasta en la soledad, pues si tus acciones son torpes, qué importa que nadie las sepa, si tu las conoces. Pobre de tí, si desprecias tal testigo pues el castigo de tu delito, lo hallarás en el mismo delito.

Ni un momento estarás solo Amigo Sempronio! La conciencia se hallará siempre contigo, y tu soledad será como la de Catón, que nunca estaba más activo que cuando —al parecer— no hacía nada, y jamás se encontraba menos solo que en la soledad.

Al fin, nuestra tercera amiga, Sempronio, es la Esperanza. Puede ser, que sea el sueño de un hombre despierto, pero necesarios son los sueños, para poder luego despertar!...

Así habló C. Cecilio Tuditano, el escultor con su amigo Cayo Sempronio Atilio, procónsul de Bythinia. Sus palabras, acompañadas por la orquesta de las cigarras, quedaron selladas con el Silencio Soloniano, y el Silencio Euripídico de Angerona con el infinito tiempo...

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