sábado, 21 de junio de 2008

ANTISTREPHONTAI


Antistrephontai llamaban los antiguos griegos, y reciprocum los romanos, a los argumentos judiciales que podían retorcerse contra aquél que los empleaba. Prescindimos de la teoría y para la mejor ilustración presentamos aquí dos ejemplos clásicos.

Se dice que Protágoras, el celebre maestro de los sofistas, enseñaba a un joven muchacho, Evathlos la elocuencia. Acerca de los honorarios este último — ya que era pobre — se comprometió a pagarlos sin falta, en el momento en que ganara su primer pleito.

Evathlos se hizo muy facundo, sin haber actuado como abogado, y parece que olvidó completamente la deuda que tenía con su maestro.

Protágoras esperaba y esperaba, pero un día se cansó y demandó al ingrato alumno para cobrar los honorarios.

Presentes ambos ante los jueces, Protágoras se dirigió a Evathlos:

—Si tú demuestras que no tienes deuda conmigo, ganarás tu primer pleito y según nuestro convenio me pagarás lo prometido, pero... si no puedes demostrarlo, en este caso, querido amigo, te condenarán los jueces, para que me pagues lo adeudado.

Evathlo, sin embargo no se dejó impresionar por el dilema de su impaciente maestro y con sonrisa picaresca devolvió el argumento genérico diciendo:

—¡Si los jueces me absuelven, sería injusto pagar ya que reconocen que no soy tu deudor! Pero si me condenan perderé mi primer pleito, y sería una injusticia pagarte, porque sería contrario a nuestro convenio.

Acerca de otro caso refiere Plinio, que había una ley que estableció que un ciudadano valiente recibiría el premio que pidiese.

Sempronio, un ciudadano que en la guerra se hizo héroe, pide casarse con la mujer de Plubio y se la dan. Pero Publio, a quien pertenecía esta mujer, se distinguió a su vez por su valor excepcional y como justo premio solicitó a los Magistrados que le devolviesen su esposa. El caso pareció muy complejo y comenzó un litigio, iniciado con la argumentación del ex marido Publio:

—¡Sempronio! ¡Si tú respetas la ley, tienes que devolverme mi esposa, porque según la ley, ahora a mí me corresponde! Pero si tú no respetaras la ley, devuélvemela también, porque entonces tú la tienes sin causa.

El caso pareció muy claro, pero Sempronio, el segundo marido retorció el argumento y le dio su contestación en el siguiente recíproco:

—Publio: Me extraña mucho tu argumento, pues si tú respetas la ley, no puedo devolverte la mujer, porque sabes bien que a mí me corresponde, pero, si no respetas la ley, entonces tampoco te la devolvería, porque la causa de tu pedido carece de base legal.

Hasta allí los argumentos. Sabemos que los jueces quedaron tan confundidos que se abstuvieron de dictar sus veredictos sobre estos engaños mutuos.

En vista de todo ello, recordamos una sentencia de Ennio, que con su clásica oscuridad, condena en forma elegante los antistrephontai diciendo:

«El que medita ingenioso engaño,
Se engaña al decir, que engaña a aquél a quien
se propone engañar, porque
Si se comprende, que nos hemos engañado
al querer engañar,
El engañador es quien se engaña, si no, ¡lo es el otro!»

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