sábado, 21 de junio de 2008

LA PALOMA

Y la paloma que salió del área de Deucalión,
al volver, indicó que había todavía tempestad,
pero cuando no regresó más, era la señal de la
serenidad...
Plutarchos, Potera ton zoon. XIII.

En cada fase de nuestra cultura religiosa encontramos la imborrable imagen de la paloma blanca. Los antiguos pueblos estaban convencidos de que en ella nos llega verdaderamente el espíritu de Dios.

De esta manera los asirios adoraban en la paloma blanca la hagia pneu, el espíritu Santo de Dios, que según la enseñanza de los más antiguos egipcios puede llegar hasta el corazón de un mujer bella y mortal, en la forma de una divina concepción.

En las cercanías de Siracusa había al lado del Monte Eryx un templo consagrado a la diosa Venus de Erycina, llamada también «Myrtea», por las flores de arrayán, que abundaban a su alrededor: flores blancas que solían ofrecer en su altar los recién casados, cumpliendo de esa manera con una de las perennes costumbres, que son como el tiempo porque no tienen edad.

Eliano sostiene que el espíritu de esta diosa llegaba cada año con la primavera a Sicilia desde las costas de África, en el cuerpo de millares de palomas. Y con ellas llegaba también el amor a las siracusanas y comenzaban las fiestas florales alrededor de la Iglesia.

Fiel a la enseñanza pitagórica, el alma cuando se cansa de la tierra, abandona el cuerpo y se convierte en una paloma blanca que, como el alma de Ctesila, suele llegar hasta nuestra ventana ...

En los koimeterios y katakoimaos romanos, conocidos con el nombre de cementerios y catacumbas, en la versión castellana ‘dormitorios’, todavía se observaban las imágenes del pez y la paloma, como símbolo de Cristo y del Espíritu.

Por esta razón se llama también a esta clase de cementerios «palomar», más conocidos con el nombre latino de «columbario», casa de las almas liberadas.

Refiere Livio que en la batalla de Sicilia, ante el inminente asalto contra los muros de Siracusa, anunciaron al general romano la llegada de unos emisarios de los barrios de Neapolis y Tuca. Al llegar al toldo del general Marcello los sacerdotes agitaron ramos de olivo y soltaron palomas blancas, dirigiéndose de esta manera al conmovido general romano, con la oración de todos los tiempos:

¡Señor! ¡Suplicamos la paz para nuestras almas!

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