sábado, 21 de junio de 2008

LOS NÚMEROS Y LOS ANTIGUOS


El número, categórico índice de la cantidad y del tamaño, desempeñó un papel importante en la vida de los grecorromanos.

Para los helenos de Hesíodo, eran los números uno y siete sagrados; el cinco peligroso y el trece dañino. Sólo era venturosa la cifra del amor y del trabajo, el número cuatro; quizás por ello, en ese día del mes, tomaban los antiguos griegos sus mujeres, abrían los toneles de vino y también comenzaban a construir sus naves.

Por el contrario, los romanos detestaban los números pares porque —fieles a la enseñanza pitagórica— se dieron cuenta de que los sacrificios realizados en el primer día después de las Kalendas Nonas e Iduas, es decir, en los días 2, 6, 8, y 14/16, resultaban casi siempre funestos.

El romano, decíamos, era fiel adicto a la enseñanza pitagórica, según la cual las cifras pares y por ello fraccionables, significaban el juicio del infierno, preferían las cifras impares, y entre éstas las que en conjunto les daban la fecha de la fundación de Roma, 7, 5, y 3.

Por todo esto, Stychus de Plauto recomendaba «hé pent-etría, pin-e mé tettara!». Tomar tres o el cinco, pero jamas el cuatro. Horacio sacrificaba al número de las Musas, cuando pedía para sí no menos de nueve copas. La cifra que resultaba sagrada, feliz y determinante del ritmo de vida, era el siete. Guarismo pitagórico de la naturaleza, la religión y la santidad.

Marco Varrón, antiquísimo e ilustre autor del libro Hebdómada, nos escribe sobre las múltiples virtudes del número siete, y entre otras cosas refiere que siete son las estrellas errantes, la luna termina su revolución en cuatro veces siete días, y siete veces cuarenta días espera el hombre, bajo el corazón de su madre para nacer.

Aparecen, los dientes en los primeros siete meses; salen siete de cada lado, y caen al fin del séptimo año.

El hombre se enferma en los días formados por el número siete, y al séptimo fallecen los que decidieron morir de hambre.

Siete son las carreras, siete los sabios, y fueron siete también los capitanes que marcharon contra Tebas...

Los números pares e impares, funestos para unos, dichosos para otros, al parecer son infinitos perennes y poderosos, pero en realidad, no son inmortales, porque cada uno los lleva en su pequeño mundo, y como nacen, así también mueren con nosotros.

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