domingo, 27 de abril de 2008

DICTADOR ROMANO


La dictadura era en la Antigua Roma el gobierno extraordinario que confería a una persona, el dictador, una autoridad suprema en los momentos difíciles, especialmente en los casos de guerra; la dictadura nació, al parecer a propuesta de Tito Larcio, quien fue además el primero en ejercer el cargo. El dictador era nombrado por uno de los cónsules en virtud de una orden del Senado que tenía la potestad de determinar cuándo era necesario el nombramiento y quién debía ocupar el cargo. En un principio, sólo los patricios podían ser nombrados dictadores, pero en el año 356 adC se les reconoció ese mismo derecho a los plebeyos.

Cuando los cónsules, hacia 500 adC propusieron el alistamiento de los plebeyos en el ejército para responder a la amenaza que suponía para Roma la alianza entre los pueblos del Lacio y los Tarquinos, se encontró con su negativa. Como todo el poder recaía en los patricios, eran ellos los que poseían las riquezas y a ellos tenían que acudir los plebeyos para obtener los préstamos con los que subsistir; sin embargo, los patricios abusaban de las leyes contra los deudores insolventes que permitían al acreedor incluso hacer esclavo suyo al deudor. No resulta extraño, entonces, que los plebeyos se negaran a defender con su vida a aquellos que tan mal les trataban, a no ser que fuera a cambio del perdón de todas o parte de sus deudas. Ante esta situación, el Senado, para poder repeler al enemigo exterior y satisfacer las demandas de los plebeyos propuso, por iniciativa de Tito Larcio, el nombramiento de un magistrado superior a los demás y a las mismas leyes, a lo que el pueblo accedió esperando quizá algún alivio de la novedad.

El magistrado supremo recibía los nombres de dictador y senador del pueblo (dictator, magister populi ) y ejercía su autoridad por espacio de seis meses a lo sumo, período en el que quedaban en suspenso todos los procedimientos ordinarios, los magistrados, excepto los tribunos de la plebe, se abstenían en el ejercicio de su jurisdicción y nadie podía criticar, censurar ni discutir las órdenes del dictador. Para demostrar su superior magisterio, el dictador marchaba precedido de 24 lictores, frente a los 12 que acompañaban a los cónsules.

De la traducción del título de "magister populi" como capitán de infantería, por analogía con el magister equitum que el dictador nombraba como su lugarteniente para capitenar la caballería, parece inferirse que en un principio el cargo estaba destinado a hacer frente a crisis militares que difícilmente podían abordarse con el mando conjunto de los dos cónsules anuales. No obstante, con posterioridad afirman tanto Cicerón como Claudio que la represión de revueltas civiles también pudo ser una de las causas por las que se instituyó la dictadura, y aunque ésta no estuviera en su origen, llegó a ser función del cargo como atestigua, por ejemplo, el nombramiento de un dictador durante las revueltas causadas por las leyes Licinias (367 adC). También parece que se nombraron dictadores para asuntos menores con ocasión, por ejemplo, de la celebración de juegos o festivales o la organización de las elecciones al senado.

Aunque a lo largo del tiempo las atribuciones del dictador se fueron ampliando, entre ellas se encontraban el hacer la paz y la guerra y condenar a muerte sin posibilidad de apelación. No podía, sin embargo, disponer del Tesoro Público sin la autorización previa del pueblo, ni abandonar Italia, y estaba obligado a rendir cuentas de sus actos tan pronto terminaba en el ejercicio de su autoridad. Además, durante su mandato se hallaba bajo la vigilancia de los tribunos que conservaban toda su autoridad y que, cabe esperar, se ocuparían con esmero y escrupulosidad en la tarea de poner coto a la ambición y prepotencia de los dictadores, especialmente cuando uno de ellos concentrara en sus manos todos los poderes.

Los dictadores podían ser plebeyos desde el 398 de Roma, pero si era plebeyo el Jefe de la Caballería debía ser patricio.

Los jefes de la Caballería (Magister Equitum) pudieron ser plebeyos desde el 386 de Roma, pero si era plebeyo el Dictador, caso de haberlo, debía ser patricio.

Esta institución fue sin duda alguna de gran importancia y utilidad en los tiempos de la República, unas veces salvándola de la ruina y otras facilitando grandes conquistas que sometieron a la Ciudad Eterna pueblos más civilizados que los romanos y cuyos conocimientos científicos y literarios contribuyeron a dar un fuerte impulso a la civilización romana. Sin embargo, andando el tiempo, las virtudes cívicas y abnegación de los primeros dictadores cedieron ante la corrupción de las costumbres y las ambiciones desenfrenadas de poder convirtiendo la dictadura en instrumento de tiranía en la persona de Sila y obrando la transformación de la República en Imperio en la persona de Julio César.

Entre los dictadores de Roma figuraron Tito Larcio, Cincinato, Camilo y Papirio, todos los cuales dimitieron del cargo antes de que expirase el plazo máximo que señalaba la ley. Lucio Cornelio Sila modificó el plazo máximo y se hizo nombrar dictador de forma indefinida, aunque a los dos años dejó voluntariamente el cargo. Sin embargo, el cargo de dictador sufrió mucho tras los abusos que Sila cometió contra sus adversarios políticos. Julio César, tras ganar la guerra civil, se hizo nombrar dictador vitalicio, y la animadversión que eso produjo en la sociedad republicana llevó a su asesinato.

Dado que la dictadura representaba la autoridad suprema de Roma, era el mecanismo natural mediante el que se podían fundar las monarquías. Con el ostensible propósito de evitarlo, Marco Antonio promulgó una ley aboliendo esta forma de gobierno. Más adelante, César Augusto, el heredero de César, logró un poder similar aunque huyendo del cargo de Dictador, que no volvió a ser ocupado por nadie.

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